3. En resumen

Publicado el 31 de marzo, 2011

Una vez fuera de la vista de Carlos, el agente que conducía el camión le preguntó a Diego si eso era todo. La cara de preocupación regresó entonces a Diego y este les respondió que sí. El otro agente, dentro del remolque del camión y a espaldas de Diego, le disparó un dardo. Diego quedó inconsciente casi instantáneamente.

En su kiosco, Carlos tuvo esa extraña sensación. La ignoró y comenzó su día. Poco a poco comenzaron a pasar los microbuses de la ruta 11-C, la cual iba bastantes llenas ya que pasaban por Metrocentro, uno de los principales centros comerciales de San Salvador.

Las pilas de periódicos comenzaban a bajar poco a poco. De vez en cuando llegaba alguien preguntando por algún libro, usualmente libros de textos para la escuela o el colegio. La gran mayoría los buscaba usados.

A Carlos le gustaban mucho las novelas o libros que contaran historias ficticias, generadas cien por ciento de la imaginación de alguien. Por un tiempo le interesaron mucho los libros de historia e incluso los de ciencias u otros que enriquecieran el conocimiento, pero ahora ya los maneja todos y los conoce perfectamente. Es por ello que disfrutaba tanto leer historias. Viajar a lugares que no conoce, a tiempos que nunca existieron y personas que no conocerá nunca. No porque no se sienta cómodo donde está o con las personas que le rodean sino porque ya estuvo alrededor de todo el mundo y ha conocido diferentes lugares en diferentes épocas donde conoció a diferentes tipos de personas.

En resumen esa ha sido la vida de Carlos hasta el momento. He ahí el origen de su fascinación por los libros. Nadie sabe exactamente su edad, quizá ni él mismo. Aparenta unos cuarenta y algo años. Con unas pocas huellas de la edad en su rostro y cabello. Una piel que aparenta ser la de alguien que ha vivido su vida entera cerca del mar, la piel de un marinero. Su peso, pues el ideal para alguien de su edad. Usualmente viste una guayabera y usualmente es blanca, quizá esto lo haga verse un poco mayor pero su mirada lo contrarresta. Un par de ojos muy oscuros, penetrantes pero llenos de calma; llenos de vivencias buenas y malas; visionarios pero humildes.

Ese día en particular cerró temprano el kiosco. Se sentía cansado por la huida de la noche anterior. Le preocupaba que los agentes anduvieran tan cerca de ellos. Estaba considerando fuertemente si hablarle a su hermano o no para contarle. Caminó un par de cuadras hasta la parada de microbuses cerca del Mercado   Ex-Cuartel. Tomó la ruta 11, la cual lo llevaría a San Jacinto, barrio donde él vivía. Lo dejaría justo atrás de la Iglesia San Antonio de Padua y a tres cuadras de su casa. Al subir al microbús le pagó al cobrador los veinticinco centavos de dólar y se sentó. El sueño era muy pesado, casi se quedaba dormido por segundos pero logró mantenerse despierto todo el camino.

Llegó a su casa y fue directo a la cama. Duque lo acompañó como siempre.

Casi a las 8 de la noche fue despertado por la puerta. Duque, con gran esfuerzo salió corriendo a ver, a oler quién era. Era alguien conocido pues no ladró y en lugar comenzó a mover su cola. Carlos fue a atender la puerta. Era Diego.

Tags: Escritos, Ficción, Novela Corta, Recuerdo

© Roberto Martínez, 2011