2. Todos están bien

Publicado el 21 de marzo, 2011

Carlos llegó a su casa sano y salvo. Vivía en una de las colonias más antiguas de San Salvador, en la colonia América la cual a veces es confundida con la Colonia Militar debido a su cercanía. Muchas de las casa de la colonia pertenecieron al General Maximiliano Martínez, uno de los presidentes más importantes en la historia salvadoreña.

La casa de Carlos era de las antiguas, lo cual significaba que era grande y, más importante, resistente a los terremotos; una casa verde por fuera y blanca por dentro. Carlos entró silenciosamente. En la entrada, ya estaba Duque esperándolo con su cola moviéndose de extremo a extremo. Hace años, se le hubiera tirado encima a Carlos, pero esos más de quince años de edad del perro, se lo impedía.

Carlos en el fondo se preguntaba una y mil veces qué habrá sido de los demás ¿Habrán tenido suerte de escapar con bien? Desafortunadamente, no podría saberlo hasta el día siguiente. Se preparó para dormir y se fue a la cama. Carlos fue extraído de la profundidad de sus pensamientos al sentir sobre sus pies a Duque, quien se estaba echando. Carlos acercó su mano al perro y frotó un pelaje que una vez fue café brilloso y que cada día que pasa se hace más blanco. Después de unos veinte minutos, ambos estaban dormidos.

***

A las cuatro de la mañana, su reloj biológico despertó a Carlos. Como era de costumbre, a las cinco ya estaba abriendo la puerta y ventanas metálicas de su kiosco en el Parque San José, en el centro de San Salvador, donde vendía libros usados y nuevos.

Carlos era un devorador de libros, por eso mismo amaba su trabajo. Siempre andaba en busca de nuevos libros para leer, los compraba a las personas que ya no los ocuparían e incluso los sacaba de algún basurero si los veía. A veces se preguntaba si habrá leído todos los libros del mundo… literalmente.

Tan puntual como siempre, Diego le pasó dejando la pila de La Prensa Gráfica a Carlos a las cinco y quince. Diego le hizo un gesto a Carlos, quien se lo contestó con otro. Cuando Diego se fue, Carlos comenzó a desatar los periódicos para la venta mientras sonreía. Todos escaparon sanos y salvos.

Tags: Escritos, Ficción, Novela Corta, Recuerdo, Suspenso

© Roberto Martínez, 2011