Un tulipán al final del pasillo

Publicado el 25 de julio, 2014

Como una gota de luvia fría que busca encontrar un buen lugar en un cristal y que sin quererlo así, es luego arrastrada por otra que viene detrás de ella; formando así, un solo camino de humedad que se ha consumido antes de llegar al pie del cristal.

Como un perro que ha encontrado un buen lugar para hacer sus cosas perrunas como olfatear, rastrear o simplemente sus necesidades y que luego es halado desde la correa por su dueño para seguir la marcha.

Como las sombras al atardecer, estirándose y difuminándose cada vez más; totalmente sin permiso, por el sol que quiere dar por concluido el día.

Así como cuando eran apenas un par de semillas y su hermano mayor le comentó que algunas nacen para quedarse en los pasillos, mientras que otros nacen para más. Así se sentía Guillermo, el tulipán; desde ahí, desde su florero negro con brillos que la señora de la casa elaboró en algún curso de manualidades.

Él quería más.

Él quería arrancarse a sí mismo como la hiedra que se adhiere y enreda en el muro de una casa, pero que cierto día es removida para redescubrir el color de la pared.

Quería desdoblarse.  Quería poderle mentir a su corazón.

Miraba a su alrededor, todo tan calmado. Recibía su agua dos veces al día. Tenía el suficiente campo abierto para poder admirar y perseguir al sol desde que llegaba por la mañana hasta que se quedaba dormido al atardecer. De vez en cuando incluso le cambiaban la tierra y le daban esas bolitas color celeste que saben tan bien. Todo está bien, jamás se quejaría de todo esto que tiene y le agradecía al cielo cada día por esto.... pero faltaba algo.

¿Qué podría ser?

Y más importante, ¿por qué se sentía como la gota de lluvia, el perro y por qué recordaba lo que su hermano le dijo sobre salirse del pasillo?

(¿Qué será de su hermano ahora?)

Tags: Emprendedurismo, Escritos, Inercia, libertad

© Roberto Martínez, 2014