Un día común

Publicado el 24 de febrero, 2009

Sentado y observando la forma en que el viento, con sus suaves caricias,
mueve cada una de las verdes hojas
del frondoso árbol que puedo ver sobre el muro gris que tengo justo frente a mí.
Del muro frente a mí.

Tal árbol no pide más que agua y algo de sol, tal vez.
Y cada año nos brinda su fruto y su sombra también,
mientras crece más y más; cada vez un poco más. Mientras crece más y más,
mientras crece más.

Sentado a cientos de metros de ella, quien a este pequeño ser complementa.
Y aún a dicha distancia inmensa, la puedo sentir tan cerca,
tan cerca que comparto con ella momentos memorables en esta historia.
En esta historia de amor.

El calor de la tarde, húmedo y tropical. Cada tarde más caliente que la anterior.
Sólo el viento refresca la piel y el amor al corazón.

La noche llega lentamente. Trae consigo serenidad y descanso para el cuerpo y mente.
Para el cuerpo y mente.

Creaturas nocturnas aparecen y a tus profundos sueños se acercan.
Dependen de vos su forma y color, su forma y color.

Luego la vida te sonríe una vez más al abrir los ojos.
No te pide nada a cambio. Sólo que la aprovechés.

Más tarde, pensando en todo esto, me senté frente a un muro.
Donde podía ver un árbol y sentir al viento.

Tags: Amor, Ciclos, La Vida, Lírica, Prosa, Reflexión

© Roberto Martínez, 2009